miércoles, 13 de octubre de 2010

Pa' voh conchetumare



No la vi venir, simplemente. Mis rápidas piernas iban de atrás para adelante evadiendo, intentando golpearlo con las manos en su enfurecido rostro, pero no. Lentamente su pié se internaba en mi entrepiernas y yo lo veía, sin poder hacer nada, moviéndome a la velocidad de un caracol e impotente ante la experiencia tantas veces antes vivida cuando cabro chico, peleando con mis primos o hermanos por cualquier estupidez de pendejo.

Al comienzo un adormecimiento general, las pantorrillas tensándose y ah! una picazón en los testículos, ya se sienten vacíos. Cierro mis ojos y tapo mi rostro con una mano, con la otra intento dar calor al paquete completo, apretándolo levemente tratando de contener ese incipiente cosquilleo que se empieza a sentir en la base de los cocos. Sigue el dolor, expandiéndose al miembro viril y haciéndose insoportable; sube de a poco acercándose al ombligo y en pocos segundos abarcando todo el abdomen hacia arriba y hacia abajo llegando a las rodillas, impidiéndome levantarme e incluso mover las piernas, excepto si se trata para para unirlas por su punto medio y contraerlas hacia hacia el pecho.

Pierdo el aire y un calor recorre toda la zona baja afectada, dándome la tranquilidad que los órganos aún siguen ahí, y cuando la sangre alcanza a llegar a mi cerebro, la reflexión más grande de mi vida lo llena por completo, siendo traducida por mi boca:

- ¡¡¡Por la chucha que duele una patá en las weas!!!