miércoles, 3 de febrero de 2010

Confesión

.

Entró a empujones en la habitación, que estaba iluminada por tan sólo una luz que colgaba del techo, iluminado las caras de los oficiales.


Se sentó como pudo en la silla de metal que había, acomodando sus piernas, para que las heridas en ellas no dolieran más de lo debido. Acomodó su cabeza y siguió mirando a sus captores, tal como ellos lo miraban a él, intimidándolo. Estuvieron así mucho tiempo, tal como en la sala anterior, pero esta vez sin golpearlo. De un momento a otro se levantó uno de los tres que se sentaban en frente del malherido hombre y se acercó hacia un estante, sacando de uno de sus cajones un bate de aluminio. En la silla, el hombre miró hacia el piso, cerró los ojos y exclamó:

- ¡Está bien, confesaré!

Los hombres sonrieron maliciosamente.

- Me gusta, la amo, y estoy enamorado de ella.

Se paró entonces un segundo hombre y le dijo amistosamente:

- ¿Ves? si hubieras confesado antes, te habrías ahorrado todas las toruras que ahora muestra tu figura. Suéltenlo.





:)